Cuenta una antigua tradición que un día, siendo
San Anselmo prior del monasterio benedictino en Canterbury, se acercó un novicio
a pedirle consejo y ayuda; he pasado meses y horas interminables leyendo las
escrituras y trato que la palabra sea retenida en mi cabeza pero no puedo
hacerlo y no puedo memorizarla, por lo que siento que es en vano todo el esfuerzo
que hago; dijo el joven.
San Alselmo sonriendo sin más le pide al
joven, ve al río a traerme agua y dándole una cesta que él traía untada de lodo,
porque había estado en labores del campo lo despidió. El joven de manera obediente
sin preguntar más, se fue al río y lleno de agua la cesta para luego volver al
monasterio.
Llegó el muchacho pero en la cesta no había nada
de agua y San Anselmo lo envía de nuevo y así sucesivamente diez veces al río a
traer agua en una cesta llena de agujeros.
Para dar la enseñanza San Anselmo le dice al
joven: crees tú que no trajiste nada nuevo al ir y venir a por el agua? Que pasó?
El joven le contesta: pues nada, no he podido traerle el agua, ya que la cesta
no retuvo ni un poco de agua en el fondo.
Pero luego le pregunta el prior, pero no te
das cuenta de lo que pasa? Puedes ver que ciertamente el agua no se quedó en la
cesta pero…recuerdas como te di esa cesta? Sí estaba llena de lodo y basura. Muy
bien y ahora como la ves? ¡¡Pues está totalmente limpia!!
Y aún hay algo más… te fijaste todo lo que
hiciste en el camino de regreso? Pues fui dejando toda el agua por el camino.
Así es y esa agua ha sido bendición para todas las flores y hierbas del camino;
flores que a lo mejor nunca nadie las había regado.
Te das cuenta… Ciertamente,
la palabra de Dios es viva y poderosa, y más cortante que cualquier espada de
dos filos. Penetra hasta lo más profundo del alma y del espíritu, hasta la
médula de los huesos, y juzga los pensamientos y las intenciones del corazón. (Hebreos 4:12)
Si puede ver; la palabra de Dios al igual que
el agua en la cesta no necesariamente será retenida, pero sus efectos son tan importantes
porque penetra, limpia y purifica; arranca los malos pensamientos y pecados. Además
como no puede ser retenida, debe de fluir y correr como las aguas de un río,
como un caudal que es bendición pero que no puede estancarse porque ¨si se
estanca se pudre¨; de la misma manera fluye cuando tu la compartes y
repartes bendición por todo lugar que vas, eres bendición cuando esa palabra
que te va purificando y limpiando, tú la compartes con otros hermanos tuyos.
Al terminar la reflexión y la enseñanza, el
joven se fue largo rato a meditar frente a Jesús Sacramentado y recibió la
confirmación de sus palabras. Desde entonces el muchacho leía siempre a diario
la palabra de Dios, pero ya no le interesaba memorizarla porque él sabía que
esa palabra era como el agua pura y llena de vida, que estaba trabajando en su
interior, limpiando su alma, espíritu y corazón; en cambio se esforzaba por compartir
todo lo que leía con otros, les daba consejo, les hablaba de sus experiencias y
el Señor actuaba grandemente por medio de su predicación.
Pidamos siempre a Dios, para que siempre que
vayamos a la lectura de su palabra recibamos sanidad, limpieza y renovación de espíritu,
Fe, Esperanza y Amor. Que no tengamos en tan alta estima el memorizar textos de
su palabra sino mas bien el practicarla y hacerla vida en nosotros; que no nos
alegremos por hacer y recibir milagros sino más bien porque nuestro nombre esté
escrito en el libro de la vida.
Porque el conocimiento y la sabiduría, cuando
son de Dios llevan a la humildad y a la Santidad. Pero cuando son del mundo
solamente llevan al orgullo y vanidad; pues de que sirve conocer y saber
definir el misterio de la Trinidad, si no agradamos a la Trinidad?
De que nos sirve saber y conocer de Dios, si
no vivimos de modo que sea nuestra vida una ofrenda agradable para el Dios todo
poderoso?
Que tengas paz y bien en tu corazón, reine el
Amor en nuestras vidas, para que por el sacrificio perfecto de Cristo, nosotros
recibamos el regalo de la vida eterna.
Shalom!
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