Alimento para el alma

sábado, 26 de marzo de 2011

MAYONESA Y CAFÉ



Cuando las cosas en la vida parecen demasiado, cuando 24 horas al día no son suficientes...recuerda el frasco de mayonesa y el café...

Un profesor delante de su clase de Filosofía sin decir palabra tomó un frasco grande y vacío de mayonesa procedió a llenarlo con pelotas de golf.
Luego le preguntó a sus estudiantes si el frasco estaba lleno. Los estudiantes estuvieron de acuerdo en decir que si.
Así que el profesor tomo una caja llena de canicas y la vació dentro del frasco de Mayonesa. Las canicas llenaron los espacios vacíos entre las pelotas de golf.
El profesor volvió a preguntar a los estudiantes si el frasco estaba lleno, ellos volvieron a decir que si.
Luego...el profesor tomó una caja con arena y la vació dentro del frasco. Por supuesto, la arena llenó todos los espacios vacíos, así que el profesor preguntó nuevamente si el frasco estaba lleno. En esta ocasión los estudiantes respondieron con un 'si' unánime.
El profesor enseguida agregó 2 tazas de café al contenido del frasco y efectivamente llenó todos los espacios vacíos entre la arena. Los estudiantes reían en esta ocasión. Cuando la risa se apagaba, el profesor dijo: Quiero que se den cuenta que este frasco representa LA VIDA.
Las pelotas de golf son las cosas Importantes, como la familia, los hijos, la salud, los amigos, todo lo que te apasiona. Son cosas, que aún si todo lo demás lo perdiéramos y solo éstas quedaran, nuestras vidas aún estarían llenas.
Las canicas son Las otras cosas que importan, como el trabajo, la casa, el auto, etc.
La arena es todo lo demás, las pequeñas cosas.

Si ponemos primero la arena en el frasco, no habría espacio para las canicas ni para las pelotas de golf. Lo mismo ocurre con la vida. Si gastamos todo nuestro tiempo y energía en las cosas pequeñas, nunca tendremos lugar para las cosas realmente importantes. Presta atención a las cosas que son cruciales para tu felicidad. Juega con tus hijos, tómate tiempo para asistir al doctor, ve con tu pareja a cenar, practica tu deporte o afición favorita. Siempre habrá tiempo para limpiar la casa y reparar la llave del agua.
Ocúpate primero de las pelotas de golf, de las cosas que realmente importan. Establece tus prioridades, el resto es solo arena.
Uno de los estudiantes levantó la mano y preguntó que representaba el café. El profesor sonrió y dijo: Que bueno que lo preguntas... Sólo es para demostrarles, que no importa cuan ocupada tu vida pueda parecer, siempre hay lugar para tomar un par de tazas de café con un amigo.

que pases un feliz dia

jueves, 17 de marzo de 2011

MONSEÑOR ROMERO

Biografía


Su nombre completo es Óscar Arnulfo Romero y Galdames, fue prelado católico salvadoreño, nació en Ciudad Barrios y murió en San Salvador. Considerado de ideas conservadoras hasta su nombramiento para arzobispo de la capital salvadoreña en 1977, pronto sus sermones dominicales se convirtieron en un alegato apasionado en favor de los pobres y una denuncia contra la dictadura del general Carlos Humberto Romero y las brutalidades antipopulares de las fuerzas armadas. Sufrió muchas amenazas de muerte de los grupos parapoliciales de la ultraderecha y en febrero de 1980 un potente explosivo destruyó completamente la emisora de radio de su arzobispado. Monseñor Romero fue asesinado por un disparo de fusil cuando estaba oficiando una misa en la catedral de San Salvador el 24 de marzo de 1980.
¿Quién era?
Exigente y riguroso, en su vida cristiana y en su teología ortodoxa, entregó sus tres años de Arzobispado a la defensa de los derechos humanos en El Salvador, hasta que le asesinaron ante su altar, el 24 de marzo de 1980. La palabra fue siempre su arma primordial en esa dedicación humanitaria, lo que no le impidió, desde su entrada a la curia arzobispal, en febrero de 1977, cultivar con cariño la relación con las víctimas, con sus familiares y con los desposeídos en la búsqueda de justicia.
Y es que ese aspecto de sensibilidad humana fue, sin duda, lo que marcó toda su vida a cargo de la iglesia del Arzobispado de El Salvador: la teoría y la práctica de Don Oscar Romero fue sentir con su pueblo y con su iglesia, en las buenas y en las malas, las angustias y las alegrías de ser Pastor al cuidado de sus derechos fundamentales.
¿Qué defendía?
Aunque algunos le critican todavía, Monseñor Romero no quería convertirse en obstáculo a la misión trascendente de su iglesia y del papel que debía desempeñar en medio de la crisis nacional. El Arzobispado lo quería hacer de forma tal, que no le causara ningún daño ni molestia a nadie, pero semejante inclinación ortodoxa no era propicia para la época.

Muchas veces, entre sus sacerdotes, entre amigos y colaboradores, Monseñor Romero hizo abstracción y crítica fulminante de aquellos postulados extremistas que, entre las dos vías armadas del violento escenario político, buscaban el detonante que incendiara El Salvador de finales de los setenta. Ante la violencia militar, los movimientos pre-guerrilleros, y la represión oficial, en medio de esa crisis, el Arzobispo Romero proclamó con vigor la doctrina de la "no violencia", y escribió, con el papel de la Iglesia en la mano, su última carta pastoral en agosto de 1979, acerca de la compleja realidad de las organizaciones populares.
Pero nunca bajó su mirada crítica ante nadie cuando se trataba de hechos y de señalamientos por las graves violaciones contra la dignidad humana, cometidas por agentes gubernamentales, especialmente en contra de los derechos de los más pobres y de quienes tenían menos oportunidades de acceso a la justicia. En las últimas páginas de su extraordinaria homilía del 23 de marzo de 1980, Monseñor Romero también denunció la agresión que sufriera uno de los oficiales de la extinta guardia nacional cometida por miembros de organizaciones políticas de izquierda, que habían también tomado y ocupado violentamente las instalaciones de la iglesia "El Rosario" del centro de San Salvador. Quienes tuvieron el privilegio de trabajar con él en asuntos de derechos humanos, aprendieron que su denuncia fue inclaudicable en defensa de los derechos humanos: sin reparos, sin reserva alguna, oponiéndose al germen de la violencia de cualquier grupo que provocara violaciones contra la persona humana.
En este campo del derecho de los derechos humanos, las lecciones de Monseñor Romero fueron particularmente ricas aún cuando en 1977 no existían todas las obligaciones jurídicas internacionales, ni adhesiones de El Salvador a los pocos tratados de protección internacional de los derechos humanos. Había que ver la inversión en horas completas de trabajo que el Arzobispo Romero las dedicaba al escrupuloso examen de los casos y de las situaciones en que caían las víctimas de la violencia; y en asuntos legales, nunca proclamó ninguna denuncia si esa no se refería a las violaciones contra la Constitución Política.
Pero fue severo al responderle enérgicamente a la Corte Suprema que, por única vez en esos tres años, se atrevió a exhortarlo a decir los nombres de jueces venales, o jueces que se venden, como lo denunciara en una de sus homilías de la fiesta de Pentecostés de 1978. Y la Corte de Justicia jamás volvió a cuestionarle su trabajo en favor de los derechos humanos.
Eterno místico, Monseñor Romero es parte de una memoria insondable, y por ello exagerada en críticas y detractores, reverenciada en el respeto por su liderazgo, y alabada en el afecto popular y en el culto a su ejemplo de religiosidad. La prevalencia espiritual de Monseñor Romero sopesa sensiblemente en medio de esa compleja trama del tejido social que actualmente sostiene en parte a la estructura básica de la fe popular, creando algunas expectativas por las ideas humanistas que tanto predicó.
Pero los iconos así se construyen y son, en sociedades como las nuestras, la sempiterna forma de sublimar las necesidades más crudas de la gente. Que Monseñor Romero fue un santo, en realidad no podría responder de acuerdo a los cánones teológicos del proceso ante el Vaticano, pero dos días después de su muerte, y cuando se arreglaba su partida de defunción para los funerales del 30 de marzo de 1980, un par de empleados de la Alcaldía Municipal y un tramitador de los que siempre aparecen por los recintos públicos dijeron: "¿no será que van a enterrar a un santo?". En aquel preciso momento no fue posible asimilar aquel argumento popular, esgrimido mientras se preparaban los trámites municipales para inhumar al cuarto Arzobispo de San Salvador. Pero lo cierto es que el aliento espiritual y la dignidad de Monseñor Romero, quedó grabado en el santoral del país y del mundo como el salvadoreño más sobresaliente de nuestra memoria colectiva por ser hombre de criterio y de valor, hombre de fe, y hombre de iglesia: un Arzobispo sin miedo.

Frases del Arzobispo Romero
"...El Evangelio me impulsa a hacerlo y en su nombre estoy dispuesto a ir a los tribunales, a la cárcel y a la muerte..."
"...Que este cuerpo inmolado y esta sangre sacrificada por los hombres, nos alimente también para dar nuestro cuerpo y nuestra sangre al sufrimiento y al dolor, como Cristo, no para sí, sino para dar conceptos de justicia y de paz a nuestro pueblo..."
(Ultimas palabras de la Homilía pronunciada en la Eucaristía que fue asesinado)
"...Si denuncio y condeno la injusticia es porque es mi obligación como pastor de un pueblo oprimido y humillado...”

martes, 1 de marzo de 2011

ANSIA



101cuentos

Era un padre de familia. Había conseguido unas buenas condiciones de vida y había enviudado, después de que sus hijos se hicieran mayores y encauzaran sus propias vidas. Siempre había acariciado la idea de dedicarse a la búsqueda espiritual y poder llegar a sentir la unidad con la Conciencia Universal. Ahora que ya no tenía obligaciones familiares, decidió ir a visitar a un yogui y ponerlo al corriente de sus inquietudes, pidiéndole también consejo espiritual.
El yogui vivía cerca de un río, cubriendo su cuerpo con un taparrabos y alimentándose de aquello que le daban algunos devotos. Vivía en paz consigo mismo y con los demás. Sonrió apaciblemente cuando llegó hasta él el hombre de hogar. - ¿En qué puedo ayudarte? -preguntó cortésmente. - Venerable yogui, ¿cómo podría yo llegar a percibir la Mente Universal y hacerme uno con Ella? El yogui ordenó: - Acompáñame. El yogui condujo al hombre de hogar hasta el río. Le dijo: - Agáchate. Así lo hizo el hombre de hogar y, al punto, el yogui lo agarró fuertemente por la cabeza y lo sumergió en el agua hasta llevarlo al borde del desmayo. Por fin permitió que el hombre de hogar, en sus denodados forcejeos, sacara la cabeza. Le preguntó: - ¿Qué has sentido? - Una extraordinaria necesidad y ansia de aire. - Pues cuando tengas esa misma ansia de la Mente Universal, podrás aprender a percibirla y hacerte uno con ella. *El Maestro dice: Aunque pienses en la palabra “lámpara” no se enciende la luz. Que la motivación de libertad interior sea real y seguida por la práctica y no se quede sólo en una idea.
Tomado de “Cuentos Clásicos de la India” recopilados por Ramiro Calle