Una historia china habla de un anciano labrador que tenía un viejo caballo para
cultivar sus campos. Un día el caballo escapó hacia las montañas.
Cuando
los vecinos del anciano se acercaron para condolecerse con él y
lamentar su
desgracia el labrador expresó:
¿Buena suerte?, ¿Mala suerte?, ¿Quién
sabe?...
Una semana después el caballo volvió de las montañas trayendo
una
manada de caballos salvajes. Entonces los vecinos felicitaron al
labrador por
su buena suerte. Este les respondió: ¿Buena suerte?, ¿Mala
suerte?, ¿Quién sabe?...
Cuando el hijo del labrador intentó domar uno
de aquellos caballos salvajes,
cayó y se rompió una pierna. Todo el mundo
consideró ésto como una desgracia.
No así el labrador, quien se limitó a
decir:
¿Buena suerte?, ¿Mala suerte?, ¿Quién sabe?...
Una semana mas
tarde, el ejército entró en el pueblo y fueron reclutados
todos los jóvenes
que se encontraban en buenas condiciones.
Cuando vieron al hijo del Labrador
con la pierna rota, lo dejaron tranquilo.
¿Había sido Buena suerte?, ¿Mala
suerte?, ¿Quién sabe?...
El sabio labrador solo expresó: Todo lo que a
primera vista parece un
contratiempo puede ser realmente Dios escribiendo recto en renglones torcidos.