Alimento para el alma

sábado, 27 de agosto de 2011

Reflexion; SAN AGUSTÍN

Eso fue la ciudad de Hipona en el norte de África, mientras S. Agustín fue su obispo. Allí escribió cartas, sermones, comentarios de la Escritura, tratados filosófico-teológicos. Uno de los párrafos más célebres y difundidos de su obra es este:

Nos hiciste, Señor, para Ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Ti. No lo digo dudando, sino con toda seguridad: yo amo al Señor. Hirió mi corazón con su palabra y le amé. También el cielo y la tierra y todo lo que en ellos hay me dicen que le ame, y continuamente lo repiten a todos, para que nadie pueda excusarse. ¡Tarde te amé, Belleza, tan antigua y tan nueva, tarde te amé! Tú estabas dentro de mí. y yo había salido fuera de mí, y te buscaba por fuera. Como una bestia me lanzaba sobre las cosas bellas que Tú creaste. Estabas conmigo, pero yo no estaba Contigo. Me tenían atados, lejos de Ti, esas cosas que, si no estuviesen sostenidas por Ti, dejarían de existir. Y entonces me llamaste, me gritaste y rompiste mi sordera. Brillaste y resplandeciste ante mí, y echaste de mis ojos la ceguera. Exhalaste tu Espíritu, aspiré su perfume y te deseé. Te gusté. te comí y te bebí. Me tocaste y me abrasé en tu paz.
En nuestra modernidad, casi todos los que han razonado su ateísmo han visto la fe como una ilusión, un sueño nacido de la negativa a mirar cara a cara la soledad del hombre en un mundo sin sentido. Si se admite esa hipótesis, los creyentes son cobardes y farsantes como niños que necesitan la protección del regazo materno, o como el anciano que teme la muerte y suelta las riendas de la razón para acurrucarse en el sentimentalismo. Sin embargo, los grandes conversos que han dado el salto del ateísmo a la fe -y el primero de ellos san Agustín- estiman que la fe es razonable. Muy razonable. En lugar de ser una abdicación de la razón. su fe es fidelidad a la luz entrevista por la inteligencia. En otras palabras, si la razón rehusase la guía de Dios sería infiel a sí misma. La fe de los conversos es, por tanto, un acto explícito de la inteligencia. San Agustín formula esta idea de forma insuperable:
El mismo acto de fe no es otra cosa que el pensar con el asentimiento de la voluntad. Todo el que cree piensa: piensa creyendo y cree pensando. Porque la fe, si lo que se cree no se piensa es nula.

Dios bendice nuestros pasos y nuestras familias, que sea bendito siempre su nombre, que tengas un día especial.

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